viernes, 16 de septiembre de 2011

Ella tuvo un sueño...

     
    
Ros soñó que se despertaba en una cabaña solitaria a la orilla del mar. La brisa traía el suave olor del salitre y la bulla de las gaviotas al abalanzarse sobre un banco de peces para desayunar. Se levantó y miró por la ventana. El día estaba claro, el sol se asomaba tímidamente por el horizonte bañándola con su luz y su incipiente calor. Salió a la terraza y allí, sentado a orillas de la playa, estaba él. Era tal y como lo había imaginado, como lo conocía por las pocas fotos que habían intercambiado en la red. Bajó cautelosamente las escaleras, él aún no se había percatado de su presencia, tan absorto estaba contemplando el amanecer. Llegó a su lado, la brisa esculpía su vestido amoldándolo a su cuerpo de mujer madura. Debajo no tenía nada. Él la miró y con tan sólo un primer contacto de sus ojos su cuerpo se llenó de una deliciosa electricidad. “Hola” le dijo él. “¿Que tal?, que agradable sorpresa… ¿Cómo me encontraste aquí?”  “Me guió el resplandor de tu fuego…” respondió su futuro amante.
Se sentó a su lado, los pies jugando con la arena, se volvió hacia él y le dijo: “Me encanta que sea aquí nuestro primer encuentro, en este escenario tan divino”…
Luego acercó su cara a la suya para mirar más de cerca a través de sus ojos. Y sus bocas se unieron, tímidamente al principio, una sensación de paz y felicidad invadió toda su piel. Poco a poco el beso se fue haciendo más intenso, rodaron sus cuerpos sobre la arena y ella quedó encima, besándolo, acariciándolo hasta donde alcanzaban sus manos. Entre beso y beso, entre gemido y gemido, de sus gargantas sólo salían sus nombres acompañados de palabras dulces al principio, eróticas a medida que se hacía mas profundo el deseo.
Se desprendió de su vestido ofreciéndole sus prietas carnes, su firme cuerpo, sus redondas caderas ya maduras, sus senos turgentes…
Él le acarició la espalda, estremeciéndola, apretó sus nalgas fuertemente, ella podía sentir su dureza, se incorporó y de repente ella fue amazona y él caballo salvaje al que había que domar. Se sentó sobre su enhiesto pene, introduciéndolo muy lentamente en su húmeda vagina, podía escuchar como él rechinaba sus dientes de placer. Y comenzó la pelea, caballo-jineta…
Sus senos se movían acompasadamente al ritmo de cada embestida, él los apretaba, los pellizcaba, los halaba, haciendo que su deseo creciera más y más... Cuando estaban a punto de alcanzar el máximo paroxismo, él les dio vuelta para quedar encima de ella, y acometiéndola con salvajes empujes, acabaron juntos en una comunión de fluidos, agua de mar, arena y sal y con sus nombres pronunciados en gritos que hacían competencia al graznido de las aves en su vuelo matutino…
Pero no todo terminó allí, seguían sedientos de ellos mismos, aún abrazados subieron las escaleras, entraron a la cabaña y se dirigieron a la ducha… Enjabonaron concienzudamente cada uno las partes del otro. Él se agachó delante de ella y con su sabia lengua comenzó a lamer su monte venusino, limpio de vellitos, abriendo sus gruesos labios hasta encontrarse con su clítoris. Ella abrió sus piernas lo más que pudo, apoyando una en su hombro para facilitar el fellatio. Se sintió desfallecer de deseo, sus caderas apoyadas en la pared comenzaron a girar al ritmo de sus lamidas, se apretaba los senos y le pedía más y más.  Él subió con la lengua acariciando su vientre hasta llegar a su pezón izquierdo, sabe que eso la excita aún más… Sus bocas se encontraron nuevamente y así, con el agua de la ducha corriendo entre ellos, se volvieron a fundir, de pie, contra la pared…
Y se pasaron a la cama, donde pasaron todo el día conociéndose, descubriendo sus rincones y sus mentes, alimentando sus cuerpo y sus espíritus, pasando del deseo al amor, a la compañía, a las conversaciones frugales, banales, algunas sin sentido, otras profundas que hicieron que se gustaran más y más...
Cuando ya estaba por cerrar el día, cuando se dieron cuenta que la noche traería el sueño y con él la despedida, la increpó: “Deseo hacer mío tu culito virginal…” Ella se asustó un poco, nunca había sido penetrada por allí, siempre podían más el dolor y el pudor… Pero le dijo “Sí sabes como hacerlo sin que me duela, será todo tuyo...” Se dio vueltas, acomodando sus rodillas entre las sábanas, ofreciendo su último vestigio de dama puritana… El comenzó acariciándole el trasero, suavemente, con las manos completas, con los labios, con la lengua… Poco a poco comenzó a abrir sus amplias nalgas hasta encontrar el hoyito deseado, con movimientos expertos de su lengua comenzó a lamerlo, besarlos, olerlo, quería sentir como se relajaba, humedeció un dedo en su vagina y lo fue introduciendo poco a poco, casi imperceptiblemente para que no se asustara, y comenzó a girarlo como queriendo ampliar el espacio para que entrara su pene… Cuando la sintió ya lista para él, lubricó su dureza en sus fluidos  y la penetró con la delicadeza de un artesano del vidrio, despacito, con todo el amor que salía de su corazón porque no sólo no quería perder la oportunidad de poseerla sino porque no quería hacerle ningún daño… Ella se dio cuenta de lo sabroso que era y comenzó a mover rítmicamente las rodillas, su mano en su vagina masturbándose al mismo tiempo, los empujes se hicieron cada vez más fuertes, los gemidos subían en su intensidad … Y acabaron juntos nuevamente, otra vez, como había sido todo el día… Y ella fue feliz y él maravillado y los dos se agradecían, se besaban, jugaban, reían  y hasta lloraban… Y la noche los arropó en su negro manto y el sueño los venció y se quedaron dormidos abrazados, empiernados, besándose, sonriendo, amándose…
Y Rosario despertó de nuevo pero esta vez estaba en su propia habitación, su monotonía roncaba a su lado, se recordó de su sueño y una pícara sonrisa se asomó en sus labios… Su vida era feliz, pero ahora, con el complemento de su amante onírico y virtual, sentía que estaba completa. Quiso que llegara pronto la noche para que su poeta acudiera a su lado de nuevo, en su sueño otra vez, convertido en cualquier criatura terrestre, quien sabe, un caballo por ejemplo, y la hiciera gozar y sentir todo nuevamente..
Pero esa es otra historia…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como siempre digo, todo es valido a la hora de disfrutar sanamente de la vida

muy buena entrada

bsitos♥

Anónimo dijo...

interesante texto, me gustó en lo particular, cuídate mucho, amiga